Verano; encuentro con tu reflejo
(I)
Silencio, es lo que suena,
reverbera y se escucha
después de las dos de la tarde
en mi ciudad.
Las persianas bajadas, y las puertas y ventanas
cerradas a cal y canto,
como si la Peste fuera a caer
en la hora de la siesta.
Hoy corre cierto aire malcriado,
quedándose a vivir en el rizo de los toldos,
en las barandas de las azoteas.
Nadie sale a recibirlo,
no al menos que yo aviste,
desde mi pabellón de diosa
al lado de la ropa que se seca.
(II)
Recuerdo sus besos como raspas de pez
en mi garganta,
desgarradores y llenos de desesperación,
de anticipación al final.
Ahora hay nuevas bocas.
Su boca parece pequeña,
delineada como en una pintura,
vibrante y cazadora luego,
cuando aprendí también que era
grande y expansiva,
como una onda que tunela.
Esa boca de piñón, de niño perdido
que anhela ser pirata de Garfío.
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