martes, 15 de abril de 2014

Cuatro raciones -de humanidad-






Se puede encontrar en una canción el ritmo instantáneo, de un atisbo de impulso y de desplante, frente a este sistema inmundo y feo.
Una mueca feliz que te delate.

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Me da coraje, tener que darte la razón
y admitir que aquella canción que me enseñaste;
            es tan buena, tan propia para mis ratos.
                     Pero será que le cogeré manía,
                           porque tantas cosas que ahora me gustan
                                                               me las enseñaste tú.

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Para decirte perdona o disculpa, no te diré nada
y esperaré a que me mires indignada
con las cejas llenas de insulto
y un  ojo más abierto que el otro
y la barbilla bien encendida.
Levantaré un poco la vista y remataré,
con cierta chulería,
¿Mujer, qué quieres que te diga?

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No voy a gritar ni tan sólo a elevar la voz
cuando quiera expresar mi sentir,
o me de por compartir mi opinión.
Firme propósito y objetivo, no dar consejos
ni recomendar lo que supuestamente haría
o sería mejor hacer.
Te apretaré la mano o te fundiré en mis brazos;
se me da mejor y el riesgo no es tan alto.