martes, 25 de noviembre de 2014

Castañas.


  


No puedo escribir nada que merezca la pena (leerse), aunque como de costumbre quiera coger las letras y enrevesarlas. Un otoño perezoso se ha recostado junto a mí y yo no hago sino abrazarlo para que entre en calor. No parece que a él le incomode, así que se deja, cabizbajo. Su hojarasca revolotea en espirales por mi cabeza y cae planeando en dirección al corazón, ahora en reposo. Me da por rebuscar en los bolsillos del abrigo, cándido entretenimiento, y solo hallo restos, todavía calientes, de las castañas de la merienda.