domingo, 5 de enero de 2014

Um die Flammen

ENTRE LLAMAS
 
He tenido las mejores vistas desde el bosque,
desde lo alto de las ramas, donde los colores del otoño
crean una carpa de burdeos, ocres, y bermellones.

Me quedo aquí, entre las ramas más altas, sobre las copas.
El viento es un murmullo invisible, y todo suena agitado por él. Cada hoja se estremece distinta.
No quiero volver abajo, no quiero. El sol, orientado hacia mi cara, apaga el frío. No pienso en nada, estoy rodeado de llamas. Si pudiera volar y mirara hacia el bosque, eso sería lo único que vería: un incendio provocado por los últimos rayos de sol, colisionando con la explosión de color del otoño.


Ya, ya se que en algún momento deberé bajar y volver. ¿Es un delito querer quedarse aquí ... hasta que igual me de por retornar? Vosotros tampoco querríais, lo juro. En este lugar estás como frente a la chimenea  del hogar, inundado en calidez y en olor a madera. ¡Pero esta altura que te desata del suelo, estos metros en dirección al cielo...! Te salvan de cualquier pensamiento anclado en el miedo. Es el aire que aquí se respira, aire que renueva y revive. Sientes el oxígeno limpio palpitando y gritando: ¡Libre, soy libre! Casi crees que alcanzas un punto de equilibrio entre la adrenalina y una paz antigua, o quizás nunca conocida.

No se si me están llamando o buscando, pero humanamente ocurre lo que suele ocurrir; "se hace tarde". Me grabo en las pupilas ese último vistazo. Con suerte no habré de recurrir a la memoria para disfrutarlo de nuevo. Volveré pronto. Quizás acompañado, quién sabe. Hay cosas que solamente están hechas para ser compartidas una vez experimentadas en la soledad.