domingo, 28 de octubre de 2018

(A)cercamiento


El pelo es de todos los colores,
y todos quieren arrancar un mechón,
y hay manos como paraguas abiertos,
despidiéndome del cielo.

No sé más que sentarme y taparme los ojos,
las orejas, las orejas mejor, con los ojos cerrados,
como si pudiera acercarme así a la muerte,
a lo que a mí me parece que ofrece:

El término de la afrenta pasivo-activo,
caída a cámara lenta del pensamiento
hasta apenas un duermevela de consciencia.
La mandíbula suelta, las cejas en una playa,
un desvanecimiento sin estaciones.


¿Por qué no dejáis que mi piel
mude su añoranza?
Cada color devuelve las horas viejas
que no viví, pero que me pertenecen
desde los albores, colocando arneses
a mi corazón, poseyendo los espejos,
alimentando la agonía porosa de las paredes,
tumbando mi silencio.

La melancolía arrastra los coches, los postes,
los bancos, las cabinas obsoletas.
Todo lo arrastra a golpe enmudecido.
El desastre ocurre mientras tengo
los ojos apretados, las orejas ensordecidas,
la frente fruncida y los labios escondidos.

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