miércoles, 29 de agosto de 2018

Trino


Rozas el frío, pero también otras sensaciones térmicas,
cuando apagas el trino de tus ojos.

El bosque te tragó y pasaste unos meses en el hueco de una higuera.
Yo le pedía a los pájaros que te abrieran los labios descarnados.

Hubo un incendio y te negaste a salir, e indemne hoy todavía no lo entiendo.
Ya llevas la muerte marcada en tus encías retraídas, yo llevo una vela encendida
quemándome los pies desnudos.

La cera a gotitas, para no dormirnos, para no perdernos.
El trino, equivalente a cociente periódico y que era más una red para peces
que un imán, sigue intentándolo. Revertir la infinidad.

Atravesamos las pesadillas montados en la urraca de Flip y por la mañana
el rey Morfeo pasaba un trapo inmediatamente, sin que yo me diera cuenta.

Una corona de flores (¿augurio de muerte?) se propagó por la casa y las ventanas
empezaron a encontrarse siempre abiertas.
¿Quién traduciría mis sueños?
Frugal, pero los sueños como vorágines en ocho.
Si la noche es tan real como el día, ¿quién se atreverá a acompañarnos?

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