lunes, 22 de mayo de 2017

Los Intensos


 Ellos dan ganas de escribir y de leer. Si los habéis conocido, habréis sentido esa necesidad imperiosa de verbalizar, en un cuaderno de paseo, el descubrimiento magnífico de la antimediocridad.

 

 A diario, en los bancos se sientan personas nerviosas (muchas aún no saben que lo son). Personas cuyas piernas inician un tembleque imparable, un intimismo a base de epicentro. Antes o después el temblor llega a los vecinos, posiblemente tarden un poco en descubrir de dónde viene.

Ellos dos son el nervio del instante, la vibración de piernas de la que hablo. El lirismo emergente de un buceo sostenido, la cabeza de sueño que golpea el pupitre. 

 Sus historias dejan, me dejan, hecha un saco de boxeo. Apalean el acero cromado, asen las ruinas, bailan sobre ellas. Reutilizan fragmentos desterrados, desechos inservibles. Cercenan los párpados ateridos y besan las camisas de fuerza.

Me la arrancan. Juegan con ella, se la prueban.

 Dos personas han ido a caer aquí, a tiempos diferentes, con tiempos diferentes. Derrochan luz a bocajarro, uno lo sabe, ella no tanto. Sus intensidades han llegado como agua de mayo, aunque a veces rebose la tierra y exija un descanso; el suficiente para permear. Es el tipo de inundación que deja limo a su paso, el sustrato de todo lo bueno que puede llegar y que ya está pasando.

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